La familia Aldana Torres, cimarrones a la cuarta potencia

En el hogar de la familia Aldana Torres llegaron a habitar seis personas: Rosa, Rodolfo, sus hijas Vicky y Ángela, y sus hijos Roberto y Rodolfo. Mientras unos aún se ponían el uniforme para ir a la escuela primaria, las hermanas mayores se alistaban para ir a la universidad, la misma universidad en la que estudió su padre unos años antes y en la que estudiaría después su madre, convirtiéndose en una familia cimarrona. Pero ¿cómo comenzó su historia?

Fue en 1980 cuando Rodolfo entró a estudiar Ingeniería Mecánica Electricista en la Facultad de Ingeniería. Conoció a Rosa y, después de casarse, tuvieron a su primera hija, Vicky, y a los tres años nació Ángela. Después de la preparatoria, Vicky entró a estudiar Arquitectura y, al poco tiempo, Ángela, su hermana, ingresó a Ciencias de la Educación.

Ambas hermanas fueron, al igual que su padre, muy aplicadas en la escuela. Participaban de infinidad de actividades, siempre relacionadas con la cultura, la educación y el arte. En su casa tenían la motivación necesaria para expandir sus horizontes: su padre, ingeniero y, como tal, sumamente ingenioso, les instaba a superar retos, les enseñaba por medio de la observación y del ejemplo pero, sobre todo, de la práctica, a resolver problemas del día a día. 

Rosa, por otro lado, dedicada entonces al arduo trabajo del hogar y la crianza de sus hijos, les enseñaba sobre la empatía, el trabajo en equipo y la resolución de conflictos, aspectos que poco después pondría en práctica en otros ámbitos.

Vicky egresó de Arquitectura en el año 2000 y Ángela en el 2003. Pero el legado cimarrón no se terminó con las hijas mayores titulándose de la UABC. En el 99, un año antes de que Vicky se graduara, Rosa, su madre, entró a estudiar la carrera de Psicología en la Facultad de Ciencias Humanas, Campus Mexicali.

Ángela nos cuenta que “es un orgullo compartir la misma casa de estudios en la familia…” pues tanto ella como su hermana, su padre y su madre prácticamente al mismo tiempo que ella, pasaron por las aulas de esta universidad, cada uno en lo suyo, cada quien aprendiendo sobre aquello que los llevaría a otras realidades y, tal vez, a otras partes del mundo, como es el caso de Vicky, quien desde hace más de quince años vive en diferentes partes de Europa donde ha trabajado como diseñadora, arquitecta, fotógrafa, community manager y, actualmente, estudia la carrera de Leyes la universidad de Queens en Belfast, Irlanda.

Por otro lado, Ángela se ha desarrollado en diversas instituciones de educación media-básica, carrera que perfeccionó estudiando un posgrado en el Instituto de Investigación y Desarrollo Educativo UABC, Campus Ensenada. Rodolfo, su padre e ingeniero mecánico, ya se encuentra jubildado después de una vida de trabajar para la Comisión Federal de Electricidad. Rosa sigue dedicándose a las labores del hogar, poniendo en práctica sus conocimientos académicos y de la vida cada día junto a su familia.

De nuevo, la historia no termina aquí. Vamos de regreso al pasado… Ángela nos cuenta que ella y su hermana estudiaron, además, en la Facultad de Idiomas y en Extensión Universitaria, precursora de la Facultad de Artes y Cultura UABC, en diversas actividades culturales como fotografía, danza española y hasta percusiones. Además de eso, ambas prestaron su servicio social en la Galería del Centro Comunitario del Campus Central, en la Sala de Arte, en el Departamento de Fomento Editorial, en Radio UABC y en el Museo Universitario. Su andar por los jardines, los edificios y los senderos de la universidad fue extenso y apasionante.

Ángela se considera doblemente cimarrona, orgullosa de haber estudiando tanto su licenciatura como su maestría en la UABC, sumado a todo lo que colaboró en las diferentes áreas de la universidad. Vicky, por otro lado y a pesar de vivir al otro lado del océano, se mantiene cercana siempre a lo que pasa en su universidad, colabora, visita y comparte. Ambas han alimentado ese orgullo cimarrón que en su momento su padre les inculcó y que ellas, apasionadas y siempre entusiastas, le contagiaron a su madre.

Queda claro que esta historia no es lineal, se dibuja en un trazo que va y viene, que se aleja, vuelve sutilmente y se dispara de nuevo. Esta es la historia de una familia cachanilla y cimarrona a la cuarta potencia que aún ahora no deja de crecer, compartir y aprender.

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